Las verdades centrales de la Escritura siempre son atacadas. La Escritura misma señala claramente que el principal campo de batalla donde Satanás pelea su lucha cósmica contra Dios es ideológico. En otras palabras, la guerra espiritual en la que cada cristiano está inmerso es, antes que todo, un conflicto entre la verdad y el error, y no meramente una competición entre obras buenas y malas. El principal objetivo de la estrategia de Satanás es confundir, negar y corromper la verdad con tanta falacia como sea posible, y eso significa que la batalla por la verdad es muy seria. Ser capaz de distinguir entre la sana doctrina y el error debería ser una de las mayores prioridades para todo cristiano, al igual que defender la verdad contra las falsas enseñanzas"
Cuando Él se encontró hasta con el más flagrante de los leprosos morales (desde una mujer que vivía en adulterio en Juan 4.7-29 hasta un hombre infestado de una legión completa de demonios en Lucas 8.27-39), Jesús siempre los ministró con una notable benevolencia, sin darles ningún sermón como reprimenda ni cortantes reproches. Invariablemente, cuando tales personas llegaban a Él, ya estaban quebrantadas, humilladas y hartas de la vida de pecado. Él con entusiasmo otorgaba a tales personas perdón, sanidad, y plena comunión con Él sobre la base de la fe de ellos solamente (cp. Lucas 7.50; 17.19).
Sobre la niñez de Jesús:
Lucas termina este singular destello de la niñez de Jesús con este punto final: «Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres» (vv. 51-52). Este es el final de Lucas 2, y un resumen perfecto de la niñez de Jesús.
A primera vista, no es fácil entender cómo Jesús, como Dios encarnado, con todos los atributos de la Deidad, podría aumentar posiblemente en sabiduría u obtener favor con Dios; pero es una frase sobre la humanidad de Jesús. Como Dios, Él es, desde luego, perfecto en todos los aspectos y, por tanto, eternamente inmu- table (Hebreos 13.8). La omnisciencia divina, por definición, no permite ningún aumento en sabiduría; pero este texto está diciendo que en la consciencia de su mente humana, Jesús no siempre se valía del infinito conocimiento que poseía como Dios (cp. Marcos 13.32). Él no perdió su omnisciencia ni dejó de ser Dios, sino que voluntariamente suspendió el uso de esa cualidad; por tanto, cuando era niño, aprendía cosas de la misma forma en que aprenden todos los niños. Además, en su crecimiento desde la niñez hasta la madurez, Él se ganó la admiración de otros y la aprobación de Dios por el modo en que vivió como ser humano sujeto a la ley de Dios (Gálatas 4.4).
Lucas 2.52 no es, por tanto, una negación de la deidad de Jesús; es una afirmación de su verdadera humanidad. El énfasis está en la normalidad de su desarrollo. En su progreso desde la niñez hasta la madurez, Él soportó todo lo que cualquier otro niño experimentaría, a excepción de la culpabilidad del pecado.
Sobre Jesús en el Templo
Juan, uno de los primeros discípulos a quien Jesús llamó sin duda estaba presente aquel día y por tanto, el escribe ente relato como testigo ocular. Así, describe sus propios pensamientos cuando dice: Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume» (v. 17). Esta es una referencia a Salmo 69.9: «Porque me consumió el celo de tu casa; y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí. Ese versículo, a su vez, es paralelo de Salmo 119.139: «Mi celo me ha consumido, porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras Ambos pasajes se aplican perfectamente a este incidente. Ambos textos describen una furia celosa que no es el resentimiento egoísta de alguien que ha sufrido un insulto personal. En cambio, es un profundo ultraje que viene de comprender que Dios está siendo deshonrado. Una vez más vemos claramente que Jesús fue movido por una indignación justa, que surgía de los motivos más puros de un corazón casto y virtuoso. Esto nada tenía que ver con la forma de furia fuera de control que con frecuencia asociamos a la ira humana.
Sobre el ministerio del Espíritu Santo en la Salvación...
El renacimiento espiritual es totalmente obra de Dios y no resultado del esfuerzo humano. Juan 3:6
La vida espiritual no puede ser fruto del logro humano, un hecho que contradice toda forma de religión de obras, incluyendo el sistema fundamental de creencias de los fariseos.
El renacimiento espiritual está por encima del control de las obra humanas o de la fuerza de voluntad humana.
"El viento sopla donde quiere, y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así pasa con todo el que ha nacido del Espíritu" Juan 3:8
El ES es soberano. Se mueve dónde Él desea, no a capricho de ningún plan humano; sus obras no se contienen, ni se dispersan automáticamente, en ningún ritual religioso o protocolo espiritual. El ES no es movido por loa que nosotros hacemos en absoluto, sino por su propia voluntad.
Sobre el sermón del monte... las bienaventuranzas
Los pobres de espíritu son aquellos que saben que no tienen recursos espirituales propios.
Los que lloran son personas arrepentidas, verdaderamente triste por su propio pecado.
Los mansos son aquellas que verdaderamente temen a Dios y conocen su propia indignidad a la luz de la santidad de Él.
Los que tienen hambre y sed de justicia son aquellos que, habiéndose alejado del pecado, anhelan lo que Dios ama.
Estas cuatro bienaventuraranzas son todas ellas cualidades interiores de la fe auténtica. Describen el corazón del creyente. Más concretamente, describen cómo se ve el creyente a sí mismo delante de Dios: pobre, triste, manso y hambriento.
Las cuatro últimas bienaventuranzas describen manifestaciones exteriores de esas cualidades. Se enfocan principalmente en el carácter moral del creyente, y describen cómo deberían ser un cristiano auténtico para un observador objetivo.
Los misericordiosos son aquellos que, como beneficiarios de la gracia de Dios, dan gracia a otros.
Los puros de corazón describen a personas cuyos pensamientos y actos están caracterizados por la santidad.
Los pacificadores habla principalmente de aquellos que difunden el mensaje de paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, que es la única paz verdadera y duradera.
Los que padecen persecución por causa de la justicia son ciudadanos del reino de Cristo que sufren debido a su aflicción con él y su fidelidad al Señor.
Todas esas cualidades están radicalmente reñidas con los valores del mundo. El mundo estima el orgullo más que la humildad, prefiere las risas en lugar de los lloros; piensa que la firmeza resuelta es superior a la verdadera mansedumbre; y prefiere la saciedad al placer carnal por encima de la sed de verdadera justicia. El mundo mira con profundo desprecio la santidad y la pureza de corazón, se burla de todo ruego para establecer la paz con Dios, y constantemente persigue a los verdaderamente justos.
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