viernes, 17 de mayo de 2024

El pecado imperdonable.



Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:

Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron,  y vieron mis obras cuarenta años. A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.

Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros* cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice:

Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.

¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.

Hebreos 13.7-19

La incredulidad es el pecado imperdonable. La falta de Fe, la desconfianza en el camino de Dios, es lo que nos aparta de Él. Dios nos coloca en circunstancias en dónde nuestra Fe ha de ser probada. Es en el desierto, en tiempos de necesidad, de sed de hambre, en donde podremos conocer nuestra verdadera Fe. 

El andar cristiano es un camino de Fe acompañado por la Gracia de Dios. 

El remedio para la incredulidad es la auto examinación, exhortarnos a nosotros mismos, obligarnos a una examinación diaria para que nuestro corazón no se endurezca por el engaño del pecado. Debemos ser sinceros con nosotros mismos y abonador toda incredulidad y depositar nuestra plena confianza en Cristo. 

Pablo nos interpela directamente "si oyeres hoy su voz" y nos indica que debemos hacer "no endurezcáis vuestros corazones"

A veces escuchamos su voz, pero dudamos, vagamos en nuestro corazón, en consecuencia, desobedecemos. Sabemos lo que debemos hacer, pero no lo hacemos. El resultado de nuestra incredulidad, desobediencia, es perdernos en el camino. No llegar a la meta que Dios tiene para nosotros. Entonces, debemos examinar y determinar el momento en que dejamos de obedecer y retomar el camino. Confiar en la indicación divina y avanzar por Fe hacía dónde Él quiere que vayamos. Sin dudar, en plena confianza en sus promesas, porque el que llama es Fiel. 


*En la Biblia interlineal, en el griego, se usa la palabra jeautú que corresponde a el término "a si mismo" no se usa alélon, traducido como común o mutuo, utilizado más habitualmente en el "unos a otros" como por ejemplo en 1 Tesa 5.11 


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