miércoles, 2 de septiembre de 2009
Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has desamparado?
“Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mi reposo” Salmo 22.1
¿Cuántas veces hemos pasado por situaciones semejantes? Buscamos a Dios, pero Él parece ausente, como si no existiera. Sin embargo, Dios está, pero en silencio.
No tengo hijos, pero me imagino que los padres los observan muchas veces sin decirles nada. A veces ven que están por hacer algo difícil, pero para que crezcan es necesario que lo hagan solos. ¿Porqué habría de pensar que Dios no haría algo parecido?
Me imagino un niño de cuatro años que quiere sacar unas galletitas de un estante de arriba. Por supuesto que por su estatura es incapaz de alcanzarlo, pero cerca tiene una silla que podría ayudarlo. Mientras tanto su madre observa a unos metros en silencio sin que el niño la perciba como si ella no estuviera allí. Ella no dice nada. Deja que el niño solo se de cuenta de las herramientas que tiene para alcanzar la meta. Si el niño es persistente, intentará buscar la manera de alcanzarlo. Quizás intente saltando sin lograr nada. Hasta que mire a su alrededor y encuentre aquello que pueda serle útil.
Dios es nuestro padre. Nos ha dado todo lo necesario para vivir. Hasta nos ha dado el mejor ejemplo en su hijo, pero no hará las cosas por nosotros mismos.
“Mira que te mando que te esfuerces…” Josué 1.9
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